El
Motorista Ninja, más conocido por su identidad secreta como El Padre, entró en
el edificio de los Taxistas Malvados sobre su Harley, lanzando shurikens a
diestro y siniestro (eso es con ambas manos), ya que conocía la técnica ninja
para controlar su moto con la mente. Y ahora, antes de que tanta información os
desmoralice y os lleve a leer otros blogs mejores, que los hay , vaya si los
hay, voy a hacer un pequeño resumen del cómo empezó todo esto.
Hace
muchos, muchos años, cuando El Padre todavía era El Soltero Sin Hijos, viajó
con un amigo suyo a Japón; pues en aquella época estaban muy de moda los
destinos exóticos. Y allí, en un viaje guiado al monte Fuji, se separaron del
grupo persiguiendo una mariposa y acabaron en una pequeña aldea oculta que
resultó ser la última aldea ninja que quedaba en Japón. Por la proeza de
haberla encontrado, el líder del pueblo se ofreció a entrenarlos, y allí
permanecieron durante años, hasta que decidieron regresar. Pero cuando
volvieron a su país descubrieron que la excursión del monte Fuji había
desaparecido sepultada por un alud, y ellos habían sido dados por muertos. Y
así, aprovechando tales circunstancias, decidieron adoptar nuevas identidades
para poder utilizar sus habilidades ninja en su beneficio. El Soltero Sin Hijos
se hizo motorista, mientras que su amigo se metió a taxista. Y ahí empezaron
los problemas gordos.
Mientras
que Soltero Sin Hijos formó una familia y solo utilizó sus habilidades para
hacer el bien, el taxista se dejó seducir por el lado oscuro del taxismo,
convirtiéndose en el líder indiscutible del gremio de Taxistas Malvados de la
ciudad. Desde entonces, desde su edificio del mal, se dedica a entrenar a sus
discípulos taxistas en el arte de poner mala cara a los clientes, devolverles
mal el cambio y buscar siempre la ruta más larga a cualquier lugar; todo ello
mientras luchaba incansablemente contra su ahora archienemigo Motorista Ninja.
¿Y qué
pasó? Pues que cuando El Padre (alias Motorista Ninja) descubrió que el que
hasta ahora creía que era su hijo, era en realidad hijo de un taxista… le dio mala
espina y se fue en busca de respuestas… y venganza.
Y es
por ello que ahora subía las escaleras del edificio de pie sobre la moto y
rebanando taxistas malvados con una espada en una mano y lanzando estrellas
envenenadas de cuatro en cuatro con la otra. Hablar de sangría, matanza,
carnicería o, como les gusta en estados unidos “carnaval de la carne” sería
quedarse corto, pero dar detalles podría resultar desagradable, así que
concluyamos en que finalmente el Motorista Ninja llegó al último piso y derribó
la doble puerta de teca (la reina de las maderas, dicen) y se plantó frente a
una mesa larga con un sillón de esos grandes cuyo ocupante observaba la ciudad
a través de una enorme cristalera, dando la espalda a nuestro héroe.
-Así
que… Finalmente te has decidido a venir a por mí. –dijo tranquilamente la voz
grave del Taxista Malvado.
-Así
es. Es hora de acabar con esto. –contestó el Motorista Ninja quitándose la
capucha que le cubría el rostro.
-Has
descubierto lo de… Tu mujer. ¿No es así?
Y
entonces el Taxista se giró y miró a los ojos al Motorista. Sus ojos eran fríos
y había una mueca burlona en sus labios. Se levantó y se desabrochó la camisa.
Era grande y fuerte, más que el Motorista, aunque ya se sabe que luego estas
cosas engañan.
-Te
tiraste a mi mujer y me encasquetaste al crio… -comenzó a decir el motorista
mientras sus músculos se tensaban con la furia y algunos objetos pequeños a su
alrededor comenzaban a levitar con la energía desatada. -…llevo media vida
aguantando las histerias de esa loca y las tonterías del crio… -la sala comenzó
a vibrar y los cristales a resquebrajarse. -¡No sabes las cosas que podría
haber hecho! ¡Todas esas pelis de dibujos que me he tragado! ¡Los viajes al Ikea!
¡Las mudanzas y las barbacoas y las ferias y todas esas mierdas de estar casado
y con hijos! Ha llegado tu hora, bastardo.
Y la
energía contenida por el Motorista estalló, sumiendo en el caos toda la
habitación, pero el Taxista estaba listo y contraatacó. Comenzó un combate
épico con muchas volteretas, puños atravesando muebles (de teca) y paredes
(también de teca, allí todo era de teca), armas entrechocando con destellos de
chispas y otras muestras de poder sobrenatural muy pirotécnicas y difíciles
siquiera de imaginar por nosotros, humanos mundanos. Pero cómo no, al final el
bien siempre vence, y el Malvado taxista dio con sus huesos en el duro suelo
(de teca), o lo que quedaba de él, ya que medio edificio había quedado
destruido.
-Ha
llegado tu final. –le dijo el motorista acercándose a él, lentamente.
-Eres
un idiota. –le respondió el derrotado. –Has estado equivocado todo este tiempo.
-¿Equivocado?
Habla o sentirás toda mi furia.
-Ese
niño sí es tuyo. –comenzó a explicarle el taxista. –Estaba buscando una forma
de joderte la vida y decidí que lo mejor era que fueses padre. Porque tú no
querías… ¿Cierto?
-Veo
que tienes ojos y oídos en todas partes. Sigue.
-Envié
a un agente especial a tu casa una noche. Te hizo una punción escrotal y te
extrajo esperma. Después lo congelamos y esperamos al día en que tu mujer
cogiera uno de nuestros taxis malvados. La narcotizamos y procedimos a
inseminarla con tu propio esperma. Todo habría salido bien de no ser porque
despertó antes de tiempo y al ver al taxista ahí metido, pensó que se había
dejado seducir por él.
El
Motorista Ninja escuchaba perplejo la explicación de su rival.
-Si
amigo. Tu mujer es muy rara. –Le dijo el Taxista al ver su cara. –La cuestión
es que el plan había salido aún mejor de lo esperado. No solo ibas a ser padre
sin quererlo, sino que tu mujer estaba convencida de que el niño era de otro.
Era cuestión de tiempo que la falsa verdad saliera a la luz y desencadenara
nuestro combate final.
-O sea
que… -comenzó a decir el Motorista. -…mi hijo es mío y mi mujer no me ha sido
infiel.
-Bueno.
Yo no estaría tan seguro de lo segundo. Dicen por ahí que es bastante pu…
-Mi
hijo es mío y mi mujer no me ha sido infiel. –volvió a repetir el Motorista sin
escuchar a su derrotado rival y subiéndose de nuevo en su moto. –Pero una
última cosa. Dime… ¿Realmente ha merecido la pena urdir un plan tan absurdo
solo porque pensabas que tener un hijo empeoraría mi vida?
-Pensé
que te quitaría tiempo de entrenar y te volverías fofo y apático.
-Pues
no ha sido así. Y quiero que sepas… Que tener hijos es una experiencia vital
que bla bla bla, realización personal bla bla, y hasta que no eres padre no
sabes bla bla…
Y una
vez terminado su discurso de tópicos, dio gas a fondo y saltó por la ventana de
teca en una caída libre de quince pisos hasta la calle, rebotó en el toldo de
un vendedor de fruta y cogió la avenida en dirección a casa. La noche estaba
terminando, pero sus aventuras no habían hecho más que empezar.
Fundido
en negro y vamos al epílogo.
Epílogo:
El
Padre y su hijo estaban sentados en la terraza, con los pies colgando en el
inmenso vacío de la calle. El niño estaba un poco asustado porque no sabía a qué
se debía esa inesperada e inusual cita con su padre.
-Mira
hijo mío; sé que nunca hemos hablado así, de hombre a hombre, pero hay una cosa
que quiero decirte.
-Claro
papá.
-Yo
nunca te lo he dicho, pero quiero que sepas que te qui…
Pero en
ese momento apareció la madre con su habitual cara de felicidad y un paquetito
envuelto con un lacito entre las manos. “Te he traído un regalo, hijo mío.” Y
le dio la caja al niño. Cuando se hubo marchado, el niño la tiró al vacío sin
haberla abierto.
-Quizás
no estaba tan mal. Igual esta vez había acertado. –le dijo el padre.
El niño
le miró muy serio y se encogió de hombros. Ambos rieron hasta que salió el sol.
Porque era de noche. Todo el rato ha sido de noche en este relato. Debería
haberlo dicho al principio.
Parece el final de dos historias, de regalos de mierda y del padre... pero yo le veo futuro a los padres, como pareja de vengadores, o algo así. Me ha gustado.
ResponderEliminarGracias por tu fidelidad y positivismo. Esto ha sido una idea tonta que se me ha ido de las manos, aunque no prometo que no vuelva a repetirse, sea con el padre, la madre o un hermano secreto del niño que huyó cuando vió el percal familiar.
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