sábado, 20 de febrero de 2016

La historia de Piccolina (un relato de muerte y amor por los animales, pero sin pasarse)



Una pequeña reflexión a modo de introducción:
Vivimos tiempos aciagos, ciertamente. Expresiones que antaño eran habituales y perfectamente aceptadas por la sociedad, ahora han quedado denostadas por el uso continuo que les damos y han perdido su verdadero significado, quedando relegadas a otros estratos de la expresión. ¿Qué de qué mierdas estoy hablando? Pues de la gente a la que (como yo) les gustan los animales, pero sin pasarse.

El caso es que hace unos años cualquiera podía decir “Me gustan los animales” o “No me gustan los animales” sin que pasara nada. Pero actualmente la afinidad por las mascotas ha llegado a tal punto que decir que simplemente nos gustan o incluso que nos gustan mucho (o muchísimo), se queda corto y hay que decir cosas como “Soy un GRAN amante de todos los animales que hay sobre la tierra”. Tal exageración tiene la contrapartida de que si aparece alguien que a la vieja usanza dice eso de “Pues a mí no me van mucho los animales… se le considera automáticamente un sádico torturador de cachorritos indefensos, con el lógico trato que eso implica.

Pero como ya he dicho antes, a mí me gustan los animales sin pasarme, y tengo y he tenido mascotas a las cuales he tratado con el mismo respeto y pasión que ellas sentían por mí (o sea escaso) y si de entre todas ellas tuviese que elegir a una, esa sería mi perrita Piccolina. Y ahora voy a explicaros su historia.
 
Ésta era Piccolina cuando llegó a mi casa.
La historia de Piccolina, parte 1:
Resulta que hace muchos años, cuando yo todavía vivía en el pueblo, mi abuela tenía una perrita de raza pequeña, de esas sin pedigrí ni nada, la cual tuvo cachorros. Desconocemos aún a día de hoy con qué clase de perro se aparearía, pero tenía que ser un especímen sumamente ridículo, ya que los cachorros salieron minúsculos y de proporciones algo extrañas. Y entre ellos había una perrita negra y blanca, redondita y de patitas demasiado cortas a la que llamamos Piccolina porque dijo mi tía que significaba “pequeñita” en no sé qué idioma. Y hay que reconocer que era un animal cariñoso; daba ganas de subirla al sofá, meterla en la cama, guardarle ese trocito de carne sin nervios y en definitiva, de quererla por su simpatía y graciosismo extremos. 

Pero esa bella historia de amistad perro-humano se truncó el día en el que, por error, le dimos a probar carne cruda.

Carne humana, además.

El terrible suceso de las setas y la lasaña.
Lo que pasó resulta muy sencillo de entender. Viajaba con mi padre por el campo (conducía él, debo aclarar), cuando se nos cruzó de improviso un señor que por lo visto andaba recogiendo setas y lo atropellamos. Lo atropellamos mucho, ya que tras el golpe inicial, mmi padre, que era muy prudente, decidió hacer marcha atrás para asegurarse de qué era eso y el hombre quedó espanzurrado y cubierto de setas, lo que le da nombre a este triste capítulo.

Mi padre y yo contemplamos el espectáculo y coincidimos en la opinión de que era una pena dejarlo allí, tal cual, de la manera que había quedado; pero como ya veníamos de comer y no teníamos hambre, se lo dimos a Piccolina.

La historia de Piccolina parte 2:
A partir de ese momento, Piccolina no volvió a ser la misma. Cuando tenía hambre nos miraba con los ojos inyectados en sangre y soltaba espuma por la boca. Más de una vez tuve que sujetarla con todas mis fuerzas (a pesar de que no medía más de veinte centímetros desde el morro hasta la cola) y hacerla volver en sí con frases como “¿Es que no me recuerdas?” “Soy yo, tu amigo”, las cuales la hacían entrar en modo flashback, recordar momentos bonitos a cámara lenta y música de piano de fondo y volvía a ser la de antes… Hasta el siguiente episodio.
 
Y así se ponía cuando tenía un día malo.
Desgraciadamente, tal situación era insostenible, así que decidimos, con todo el pesar de nuestro corazón, dar a Piccolina en adopción. No tardaron en llevársela, ya que su simpatía y su aspecto inocente la avalaban. Al final la llevaron a un asilo para hacer no sé qué terapia con personas mayores. Salió por la tele y todo. Dijeron que el lugar había sido asaltado por una manada de lobos hambrientos por el estado de los cadáveres, pero no se encontró ni rastro de Piccolina. 

Solo espero que esté bien.

8 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que has inventado solo para poner la foto del "Perro asesino" ese. Los caminos de la inspiración son retorcidos ¿o debería decir los "caninos"?
    [sigo jugando a D&D]

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    1. Debo reconocer que a veces me he inventado textos larguísimos solo para poder meter fotos de tias ligeitas de ropa.
      Pero lo de Piccolina es 100% verídico.

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  2. Te tienen que contratar para escribir el guión de la segunda parte de Deathgasm. Que obviamente se titularía Doggasm la Venganza de Piccolina.

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    1. A ver si tengo suerte y me saco unas perrillas. Digooo... algo de dinero.

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  3. ¿qué setas eran las que recogía el hombre? Quizá era por culpa de la setas, que estaban en mal estado.

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    1. No estoy muy puesto en el tema micológico, pero supongo que serían buenas porque el hombre tenía cara de saber lo que se hacía.

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  4. Hostia no he podido parar de reir cuando ha empezado con el incidente del señor con las setas.
    El proximo articulo sobre mascotas habla sobre Axelet que estoy seguro que se hubiera comido a Piccolina con patatas.

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    1. Axelet... Ese depredador doméstico.
      Recuerdo que tu le parecías especialmente apetitoso.

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