Íbamos
camino a las tiendas de campaña después de un día entero de festival de rock
and roll. Los cabezas de cartel, que eran Motorhead, habían
acabado su actuación hacía pocos minutos y todos los melenudos necesitábamos
descansar. Íbamos camino a las tiendas, como ya he dicho, y por el camino
pasamos junto a la zona trasera del cámping donde nos vimos abordados por tres
figuras misteriosas. Eran unos viejos altos y melenudos que vestían chupas de
cuero de esas tan caras y de sus cuellos colgaban tarjetas de plástico que
rezaban eso tan molón de “Motorhead crew” y que les identificaba como gente
importante.
Aparecieron
así como desde las sombras del exterior y se dirigieron a una de las chicas que
nos acompañaba. Vale, una de ellas no, la única. Se acercaron a ella, como ya
sabéis y en un perfecto inglés (tan perfecto como que eran ingleses de
nacimiento), le dijeron que Lemmy estaba buscando a una chica como ella para
“tomar algo” esa noche. He puesto “tomar algo” así entre comillas porque todos
sabíamos qué era lo que quería hacer Lemmy con la chavala.
Pero
ella no se lo pensó y rechazó tajantemente la oferta de los tres individuos
diciendo que Lemmy era muy viejo para ella y que no tenía ganas de “tomar algo”
con un anciano. Los tres hombres parecieron sorprendidos; se miraron entre
ellos y se quedaron unos segundos sin saber que decir; por lo visto no es algo
común que rechacen una oferta así. Pero nuestra amiga había tomado su decisión
y se dispuso a seguir su camino hacia la tienda de campaña cuando nosotros,
como buenos amigos, intentamos hacerla recapacitar.
-Pero
tu piensa… Que es un ofrecimiento de Lemmy Killminster. Una leyenda viviente
del rock.
-Me da
igual.
-Un
tipo que ha compartido cervezas con Hendrix, Bon Scott y Jim Morrison…
-Es
viejo.
-Vas a
convertirte en parte de la historia universal de la música.
-No
quiero.
-Piensalo…
Por favor… Vas a poder tener la po**a de Lemmy en tu c**o. ¡Acepta! ¡Acepta y
luego nos lo cuentas!
Pero
ella estaba decidida y no nos hizo ni caso, marchándose con paso veloz a la vez
que los tres hombres misteriosos se fundían entre las sombras en busca de una
candidata más receptiva. Salimos tras ellos levantándonos las camisetas y
apretándonos el pecho para que pareciera que teníamos tetas mientas gritábamos
eso de “¡Llevadme a mi! ¡Llevadme a mi!” Pero nada. No tuvimos suerte.
Entrada dedicada a Sandra C. Por su fidelidad, su saber comentar y porque ella nunca lo haría.
Entrada dedicada a Sandra C. Por su fidelidad, su saber comentar y porque ella nunca lo haría.