miércoles, 5 de noviembre de 2014

El canto del cisne (una epopeya de superación y decrepitud)





El otro día me pasó algo muy curioso: Iba por la calle, con prisas porque llegaba tarde a un sitio que no os importa, cuando pasé sin darme cuenta por debajo de un piano que unos operarios de mudanzas mantenían en suspensión ante la ventana de un tercer piso cuando, por una de esas casualidades de la vida, la cuerda que lo sostenía comenzó a pelarse cordón a cordón y el piano cayó justo sobre mí; pero era tal la inercia que yo llevaba, que salí indemne por un lateral, sacudiéndome el polvo y dejando atrás a los sorprendidos trabajadores y transeúntes que habían presenciado la escena, algunos con las manos en la cabeza, otros señalándome con el dedo y, los más sorprendidos haciendo ambas cosas a la vez. Yo no me paré a pensar en lo que había pasado, por eso de la prisa y la inercia, pero al llegar a casa, sentarme y reflexionar, me di cuenta de que aquello no había sido normal. Y llamé a un colega para explicárselo.
 
Joder, hay cartitas de estas de todo ya.
Llamé a un colega para explicárselo y el tío, ni corto ni perezoso me habló de algo muy revelador: “El canto del cisne”. Me explicó que los cisnes, justo antes de morirse entonan un canto melodioso y agradable (no como sus horribles graznidos cotidianos) con el que se despiden de este mundo dignamente; y de ese mismo modo, mi cuerpo estaba experimentando un cambio, una optimización cercana a lo sobrehumano justo antes de la decrepitud de la vejez. Al principio pensé que menudo cabrón mi colega por decirme de forma tan sutil que estoy viejo, pero luego lo pensé bien y me di cuenta de que si esa gilipollez era cierta, debía comprobarlo. Comencé dando algunas volteretas voladoras hacia atrás (cosa impensable para mí hasta el momento) y luego me puse a hacer un número ilimitado de flexiones (nunca había pasado de cuatro) hasta quedarme dormido, despertándome totalmente descontado. Y me di cuenta de que era cierto: Mi amigo tenía razón; mi fin estaba cerca, pero eso también  era una oportunidad que no podía dejar pasar: Había llegado el momento de dejar a un lado a mi antiguo yo; al inseguro y tímido yo, al debilucho y enfermizo yo, al atormentado y quebradizo yo, al estúpido y absurdo yo… Y decidí que a partir de ese día me tomaría las cosas de otra manera.

Y es por todo eso que a partir de este día me tomaré las cosas de otra manera (¿Lo había dicho ya?). A partir de ahora, cuando vea a un jovenzuelo que no le cede el asiento a una vieja en el autobús, le levantaré yo mismo con la fuerza del canto del cisne metiéndole dos dedos en la nariz. Y cuando el jefe me venga con sus reproches le escupiré en la boca gracias a la determinación del canto del cisne. Y cuando un niño mayor empuje a la mía en el parque, le agarraré por las orejas, le sentaré en la rueda giratoria y, empujándola con el dedo meñique le tendré dando vueltas toda la tarde; y como su padre me proteste, le aplastaré como a un gusano delante de todas las madres allí presentes, que esa noche soñarán con mi infinita virilidad mientras hacen el amor con sus ínfimos maridos que carecen de canto del cisne. Y como el vecino vuelva a aparcar su furgoneta delante de mi puerta, se la volcaré haciendo palanca con la polla con mi poder del canto del cisne. 

Y si algún día una pandilla de moteros aparecen en mi apacible pueblecito del sur de Tejas para sembrar el caos y la discordia, los expulsaré sin miramientos devolviéndoles al desierto del que nunca debieron de salir igual que hacen Clint Eastwood o Charles Bronson. 

Y finalmente, cuando los alienígenas decidan conquistar nuestro planeta para subyugar a la humanidad y explotar nuestros recursos, yo desde lo alto de la colina, con un pie apoyado sobre un tronco caído, los brazos cruzados sobre el pecho y el viento agitando mis hidra-rizos de garnier, miraré directamente a la nave nodriza y una sonrisa aparecerá en mis labios. Puede que sean más inteligentes y avanzados que nosotros, pero seguro que no cuentan con el puto canto, del puto cisne.

PD: Lo que no sé es cuanto me va a durar esto porque como se me acabe en dos días, habrá que olvidar todo lo escrito aquí arriba.

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