martes, 25 de febrero de 2014

Necesidades adquiridas

La primera vez que oí la palabra "necesidad adquirida", que vale que son dos, pero es como una, me fascinó; por lo paradójico y a su vez por lo cierto. El pensar en algo que antes no existía y de lo que ahora no podríamos prescindir resulta aterrador ... y lógico. Es la prueba más tangible de cómo de inmersos nos hallamos en esta sociedad de consumo, la cual crea objetos que creemos que nos facilitan la vida pero que en el momento que nos faltan nos obligan a comprar otro de inmediato, y a poder ser mejor que el anterior. El caso más claro: El teléfono movil.

Llamémosle teléfono, aunque hoy en dia el término está en desuso frente a los "smartphones, blackberrys Ipads" y demás. El movil es algo que parece creado para ningunearnos y hacernos sentir insignificantes, ya que cuando no lo tenemos a mano sale a relucir que el YO es muy poca cosa en realidad; si no podemos ponernos en contacto de forma inmediata con los demás. Y nos damos cuenta de que estamos solos y parece ser que ser nosotros mismos, aunque solo sea por unos instantes, no es suficiente. Esto me recuerda a esa canción de Faith No More que (antes de que existieran los moviles) decía aquello de "Eres perfecto, lo sé, pero sin mi solo eres tu".

Y si no, pensemos en qué pasa cuando coges el coche y te dejas el telefono en casa. "¿Y si pincho una rueda y tengo que llamar al seguro? ¿Y si me persiguen unos criminales y tengo que llamar a la policía? ¿Y si tengo un accidente terrible, quedo atrapado en un amasijo de hierros, desangrandome lentamente y no puedo despedirme de mi familia?" El fatalismo se apodera de nosotros, llenándonos la cabeza de ideas terribles que ni se nos ocurrirían de llevar el aparatejo en el bolsillo.
Y en el caso contrario pasa lo mismo. Cuando vemos que alguien se ha olvidado el telefono le imaginamos en un cuchitril mohoso, atado de piés y manos, siendo torturado por unos desalmados cualesquiera. "Oh, mira, Fulanito se ha dejado el telefono en la mesa... (suspiro)...Con lo buen chaval que era."

¿Y a qué viene todo esto? Pues no me acuerdo, porque me pongo a divagar y se me va... Ah si, las necesidades adquiridas esas, que son una mierda pero a ver qué podemos hacer nosotros.
Mirad sino a Edurne. Hace unos años ni existía y ahora no veríamos la tele si no fuera por ella.

viernes, 14 de febrero de 2014

Otra coseja de fútbol y así.

¿Os he hablado alguna vez de mi tempestuosa relación con el deporte? ¿SI? ¿Pero más de 1000 veces? ¿No? Pues allá voy.

Resulta que ya desde muy crio, el deporte, así en general, no era lo mio; y no sabría decir por qué; no era un niño gordo ni deforme de forma inmediatamente aparente, pero no sé, no me iba la cosa de moverme de forma más o menos coordinada. Y no habría tenido problema alguno en mi vida de no ser por el colegio, donde por algún sádico motivo nos obligaban a practicar deporte como si no fuera suficiente con que el maltito edificio estuviera construido en la parte más alta del pueblo. Y no me gustaba. Pero lo peor, peor, peor, era el (puto) fútbol (demierda). Se podían hacer muchas cosas en la vida del deporte y en algunas de ellas yo era incluso mediocre (era capaz de correr a considerable velocidad y esquivar objetos lanzados contra mi con relativa soltura), pero mi cerebro era ( y sigue siendo) completamente incapaz de comprender las reglas más elementales del deporte rey (rey de los gilipollas) y ni hablar de su jerga o florituras. Pero claro, había dias de "gimnasia libre" que significaban que todos los que teníamos pene estabamos obligados a jugar a futbol durante una hora y ahora bajará dios y me explicará qué tenía eso de libertad y/o de gimnasia.

Y allí estaba yo: Formando a la espera de que los capitanes de los dos equipos hicieran la selección de personal, quedandome siempre último debido a mi amazing propiedad de no contar como un ser humano a la hora de equilibrar los equipos; es decir, que si eramos impares daba igual porque yo no contaba para nada. Una vez empezaba el partido yo me sentía como un galápago frente a un tablero de ajedrez y mi táctica de juego consistía en situarme en el centro dle campo, por parecerme la zona más neutral del lugar, y esperar a que el balón pasara cerca de mi. Algunas veces no pasaba jamás y me permitía disfrutar de una hora de introspección a nivel personal muy interesante, pero otras si me llegaba y todo el mundo me gritaba cosas como "pasa" "marcale" "bolea" o "brubeiker" y en todos los casos, mi único objetivo en ese momento era apartar ese objeto hostil de mi vista. El procedimiento era sencillo, ya veréis.

El Sencillo Procedimiento: Cuando la pelota llegaba a mi, flexinaba mi pierna derecha (la más capaz de mi cuerpo)hacia atrás, hasta que el talón me tocaba la oreja y descargaba un puntapié con todas mis fuerzas con variadas consecuencias. 1: Pisar la pelota y caerme 2: Fallar el chut y perder un zapato 3: Perder el zapato y al intentar recuperarlo pisar el balón y caerme. Y 4: Darle al balón. En este último caso, había que tirar los dados de artillería y dispersión y ver en qué dirección y a qué distancia caía el esférico.
Las flechas indican la dirección y los números la distancia. Por si no lo sabíais.

Lo normal era que la pelota saliera disparada del campo en cualquier dirección imaginable y que todos me gritaran muy enfadados cosas como: "Pero qué haces" "Pero donde chutas" "Pero tu con quién juegas" o "Brubeiker", momento previo al de obligarme a ir a buscarla. Y eso era bueno, ya que eso me permitía salir un momento del campo y abstraerme en la frondosa frondosidad del resto del patio y admirar la vistosa vistosidad de las aves silvestres. Hasta que todos me gritaban que devolviera el balón al campo y volvía al sencillo procedimiento del principio del párrafo anterior, lo que necesariamente no significaba que el balón regresara al campo como ellos querían y recibía más malas palabras y humillaciones varias.
Puede que éste fuera el motivo por el que las niñas no jugaban a fumbol
Y mientras todo este rollo pasaba, no podía dejar de preguntarme el porqué yo no podía ir con las niñas a saltar a la comba, jugar con aros de plastico o lo que quiera que hicieran las niñas, que seguro que no era fútbol. La culpa de todo era del profesor de gimnasia que era un inepto y no se daba cuenta de que mis aptitudes no eran esas. Ni esas, ni ningunas. A veces a dia de hoy me planteo que si tuviera una máquina del tiempo, viajaría hasta esos dias y le daría de collejas al inútil ese hasta acabar con su vida.

martes, 11 de febrero de 2014

De zombis que bostezan y tronos que aburren

Anoche lo volví a intentar. Haciendo zapping me topé con "The Walking Dead", serie de éxito que está en boca de todos y que si no te gusta es que eres gilipollas, y decidí verla... Otra vez. Y no pintaba mal; los zombis estaban bien hechos y los supervivientes iban sucios y piojosos, pero... Algo falla ahí.
La primera vez que traté de ver la serie me tiró para atrás (más concretamente hasta encontrar el mando y poder quitarla) el hecho de que sus protagonistas en algunos momentos parecían olvidar que el mundo entero había sucumbido a una invasión zombi; Que si tu ya no me quieres, que si volvamos atrás que me he dejado a ese abuelito desconocido abandonado, que si estos pantalones no van con esta camisa... No sé. Pude ver tres o cuatro episodios de la primera temporada hasta que me dí cuenta de que eso ni eran zombis ni nada.
Y anoche lo volví a intentar (¿Lo había dicho ya?) y resistí unos diez minutos de cháchara hasta que me di cuenta de que esos personajes, lejos de endurecerse e insensibilizarse en un mundo tan hostil como ese, seguían siendo unos sensibleras de mierda. ¿Y a alguien debería importarle mi relación con esa serie? Pues si: A mi. Por que llega un momento en el que no sé si estoy contra el mundo o si es el mundo quien está contra mí; que a efectos practicos viene a ser lo mismo.

Otro caso practico es el de "Juego de Tronos", un libro-serie aparentemente interminable que, aunque lo sigo en su faceta televisiva, cada vez me recuerda más a una telenovela venezolana, solo que cambiando a Luis José de Los Santos y a Maria Encarnación de las Carmelitas por nombres como Baratheon, Lannister o Targarian. ¿Como? ¿Que en juego de tronos hay muertos andantes y dragones? Ya ves tu, para lo que hacen... Porque seamos realistas. Aunque todo el mundo se queja de que los personajes principales mueren con demasiada facilidad, allí siempre están los mismos soplagaitas y la acción se resume en los últimos sesenta segundos de cada episodio.

Pero no solo me pasa con la televisión y el cine. Aquí y allá me encuentro con discos que al escucharlos pienso "Jo, lo que habría flipado con estos cuando tenía 20 años", libros que me inducen al sopor más absoluto aún sabiendo que me habrían apasionado en mi juventud y superhéroes de cómic que me emocionaban antaño y ahora me dan pena.

Y entonces... ¿A dónde quiero llegar con tanta cháchara? Pues a la inevitable e irrevocable conclusión de que me estoy haciendo viejo y por ello no logro entender como a los demás les gustan todas esas mierdas que echan por la tele.

jueves, 6 de febrero de 2014

De cultura y litertatura (y otras cosejas)

Como ya sabréis los que me conocéis un poco, soy una persona más bien solitaria, algo arisca y poco amiga de eventos sociales varios, a cualquier nivel; es por ello que en mi trabajo, cuando llega la hora del almuerzo no suelo mezclarme con los operarios de las fábricas que frecuento y me limito a esperar en la cabina de mi camión, leyendo y comiendo a la vez y con la música a todo trapo, por si a alguien se le ocurre venir a decirme algo. Pero el otro dia me insistieron tanto que me pareció muy poco cortés el rechazar la invitación y me senté en el patio con media docena de trabajadores más. Y al principio todo iba bien.

Los tipos hablaban del tiempo, del fútbol y de las tetas de la secretaria mientras yo contemplaba con aire distraído las formas curiosas que formaban las nubes arrastradas por el viento, hasta que uno de ellos se dirigió a mi directamente y dado que estaban despotricando de un compañero que en esos momentos no estaba allí, decidí responder con una frase que había leído hacía tiempo: "A veces el mayor triunfo es contemplar el fracaso de los demás". Lo dije en plan broma, pero todos se quedaron mirandome muy sorprendidos. No me gusta ir de listillo, así que les aclaré que esa frase era de Cioran. Sus expresiones no cambiaron en absoluto. "Si, Emil Cioran, un filosofo rumano que ha escrito algunos libros." Los rostros de algunos se habían retorcido hasta extremos que yo creía imposibles para un ser humano y los que todavía podían hablar decían palabras sueltas como "¿Rumano?" "¿Filosofo?" "¿Liiibros?", hasta que uno que todavía dominaba sus facciones me preguntó si es que yo leía libros de esos. Y no es que yo sea un catedrático, de hecho me dieron el graduado escolar por pesado y cansino, pero si, yo leo, y cuando se lo dije todos se agitaron presas de un nerviosismo terrible. Y a partir de allí comenzó todo a volverse raro.

-¿Libros?
-Si.
-¿Y por qué?
-Por que me gusta leer.
-¿Te gusta leer?
-Si.
-¿Y eso?
-Pues no sabría decirtelo.
-¿Y no prefieres ver la tele?
-No.
-¿Por qué?
-Por que es una mierda, no sé...
-¿Y donde ves tu el futbol?
Y esta última pregunta quedó suspendida en el aire y todos quedaron en silencio esperando mi respuesta. Tragué saliva y, de haberme dado cuenta de cómo iban mutando sus rostros durante mi interrogatorio, habría dicho que lo veía por internet. Pero no.
-Es que... No me gusta el futbol.

Esta ultima frase fué demasiado. Algunos de ellos cayeron al suelo entre violentas convulsiones mientras otros se limitaban a gritar al cielo con ambos brazos extendidos, mientras enormes y afiladas garras surgían de sus dedos y la piel se les cubría de escamas terminadas en espinas. Me levanté lentamente y me dispuse a irme en silencio ya que mi abuela siempre me decía que no había que molestar a alguien en pleno proceso de mutación, pero parece que no fué suficiente, ya que dos de ellos se lanzaron hacia mí aullando y llenándolo todo de babas; corrí hacia el interior de la fábrica en busca de refugio y al pasar junto a la pulidora me agaché justo a tiempo para que el primero de ellos cayera en su interior y fuese despedazado lentamente por los cepillos de alambre; y mientras gritaba en lenta agonía el segundo aprovechó para darme caza. Sus garras arañaron el mármol donde hacía un segundo tenía la cara y en mi desesperada huída tropecé con un barril de resina ardiendo que se desparramó por el suelo justo detrás de mi, haciendo resbalar al monstruo que cayó pringandose de la pegajosa y ardiente sustancia; pero apenas tuve tiempo de respirar cuando vi a tres más acercándose a mi. El primero se asemejaba a una araña enorme con torso humano y caminaba por el techo de la nave, a ocho metros del suelo con total tranquilidad; el segundo no era más que un recuerdo del hombre que fué, con los músculos tan hinchados que su piel se había rajado en algunos puntos y mostraba la carne roja bajo ella; y el tercero tenía una forma tan horrible que no podría describirle. Agarré una pata de cabra con las dos manos y la levanté por encima de mi cabeza, golpeando al musculoso cuando se acercó lo suficiente; al parecer , a pesar de su apariencia, su cabeza seguía igual de frágil que antes y se desplomó sobre el suelo. El deforme se movía muy lentamente, así que decidí ir a por el arácnido, pero cuando miré arriba no pude verle. Y si hay algo peor que un bicho gigante, eso es un bicho gigante escondido. Cuando noté el gorgoteo de su garganta solo tuve tiempo de girarme y ver cuatro patas afiladas que se me echaban encima, aplastándome contra el suelo. Inmovilizado, vi como el arácnido se posaba sobre mi y abría sus fauces dispuesto a acabar con mi vida cuando recordé la peli del Señor de los Anillos, cuando se cargan a la araña y pensé "Si una mierda de hobbit puede matarla, yo voy sobrado" y asesté un puntapié en su abdomen que, gracias a la dureza de las botas de seguridad que yo mismo me obligo a llevar, la desequilibró y cayó sobre su costado, momento que aproveché para patearla de nuevo y meterle la cabeza en la cinta de refuerzo, donde se asó en cuestión de segundos. 

Respiré hondo y tosí involuntariamente. Estaba muy cansado y todavía eran las nueve y media de la mañana, con lo que me quedaba casi todo el dia por delante. Miré a mi alrededor y conté los cuerpos. Había cinco. Faltaba uno; el encargado. Tuve un mal presentimiento cuando un escalofrío me recorrió el espinazo y corrí hacia el camión, pero cuando apenas me faltaban unos metros le ví. Mediría más de dos metros y su piel era una capa de escamas brillantes de bordes afilados como navajas de afeitar. Sus brazos largos y finos terminaban en garras tan largas como mi po**# y sus ojos, negros como la noche parecían mirar a través de mí. Di media vuelta pero con una rapidez sobrehumana me atrapó por un pié y me arrastró hacia él; en el trayecto a través del suelo pude agarrar una losa de marmol y cuando llegué a su altura le golpeé en la cara con el canto. El golpe habría acabado con cualquiera, o al menos le habría arrancado un grito de dolor a cualquiera, pero no a él. Repetí la operación una y otra vez sin éxito y solo logré acabar con los brazos hechos polvo y augurando agujetas para el dia siguiente... si es que lo había. Y es que la bestia me arrojó por los aires, estrellandome de espaldas contra la puerta de los aseos. El dolor era importante, pero el olor que salía del interior mucho peor, con lo que conseguí hacer acopio de fuerzas y montarme en el torito de carga. La bestia corría a rematarme mientras yo giraba la lave una y otra vez en vano; Puta mierda de mantenimiento de las herramientas de trabajo. Cuando llegó hasta mí, chocó contra el vehículo con tanta fuerza que me hizo salir despedido, golpeándome de nuevo en la espalda, casi en el mismo sitio que antes. La bestia se acercó a mi, esta vez más lentamente. Las piernas no me respondían y eso me agobiaba bastante. Pero entoncers lo oí: El sonido del compresor. Palpé con la mano y encontré el tubo que debería estar unido a la pistola de clavos; dí un tirón y ésta apareció deslizándose por el suelo. Justo cuando mi atacante se lanzaba sobre mí, la levanté y apreté el gatillo una y otra vez. El sonido sordo de los clavos empujados por el aire comprimido fué lo único que oí hasta que abrí los ojos y me encontré con el monstruoso encargado con el rostro acribillado de clavos de metal.

Levantarme me resultaba imposible, así que me arrastré hasta el camión y me metí en la cabina desde donde contemplé toda la escena. La nave estaba repleta de cuerpos deformados y muertos y el único sonido era el de la pulidora, arrancando capas de carne de uno de ellos, con un sonido muy característico y desagradable. Era realmente dantesco. A ver quién coño me firmaba ahora el albarán de descarga.

martes, 4 de febrero de 2014

El Incidente de Belén 2 (Gaspar pt.2)

El una vez más rico de los reyes se despertó. Le dolía la cabeza, sentía náuseas y apenas podía distinguir a las personas que le rodeaban, iluminadas por la oscilante luz de una especie de antorcha colgada del techo. Trató de hablar pero sólo un balbuceo salió de su boca y cuando quiso levantarse descubrió que estaba atado a una silla y desnudo de cintura para abajo. De no haber estado tan aturdido, se habría sentido terriblemente humillado.

De pronto un hombre gordo que vestía un traje negro se inclinó sobre él y le mostró un excremento de oro macizo que, a pesar de su estado, Gaspar pudo identificar como suyo.

-Asi que... esto es tuyo. Vamos a hacer un trato, amigo: Tu me proporcionas más de estos y yo a cambio... Te dejo vivir. ¿Tu capisci?

Su voz era áspera y desagradable y Gaspar, esta vez sí, se dió cuenta de lo que había sucedido y efectivamente, comenzaba a sentirse humillado. Él, que tuvo a sus órdenes a todo un imperio y que recibió el don de Dios para convertirse en el hombre más rico de la tierra, acabaría sus días como esclavo en algún lugar perdido del espacio y el tiempo.

Dos lágrimas recorrieron sus mejillas al mismo tiempo que alguien le traía una bandeja con abundante comida.