domingo, 11 de agosto de 2013

Algunos monos ricos



Si, si, si, no os hagáis ahora los despistados que sé que lo sabéis. Está en la radio, los periódicos y la tele, está en internet y ahora también en este blog normalmente tan desapegado de la actualidad: Urdingarin se los ha puesto a la infanta. ¡Oh, oh! ¿Cómo puede ser? Si él era un hombre de honor, un deportista (lo máximo que se puede ser aquí en España) y ella una de las mujeres más deseadas (por el tema de posición, cuidado, que tampoco es que sea Pilar Rubio) de Europa entera. ¿Qué ha podido pasar, diosmio, qué? Pues para entenderlo hay que buscar en los orígenes de la humanidad, en eso del “qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos”.

No nos engañemos. Somos primates. Parece que algunos están convencidos de que venimos del mono hasta tal punto que olvidan que seguimos siendo el mono. Tenemos menos pelo (algunos, es cierto), caminamos a dos patas (casi todos, aunque hay excepciones) y tenemos la cabeza gorda para albergar un cerebro innecesariamente hipertrofiado, pero no por ello dejamos de ser monos. Y Ungardirín no es la excepción., faltaría más. La ecuación es sencilla: Un mono vive en su árbol con una mona, al lado de otro árbol con una pareja monil más; mono ve a mona, mona ve a mono y deciden que entre ellos dos solo hay cuatro ramas, un obstáculo nada complicado. Aquí no importa quién es quién, los valores o los compromisos eclesiástico-reales; aquí hay un mono que necesita saltar y gritar mientras se golpea el pecho con los puños. 

El problema reside en que somos monos despistados. Ha avanzado tanto nuestra tecnología, se ha complicado tanto nuestra vida social y hemos cubierto nuestras necesidades primarias de necesidades adquiridas totalmente inútiles que nos hemos olvidado de qué se esconde bajo nuestra piel: El mono, claro. Y nuestro despiste llega hasta tal punto que cuando vemos cómo ese señor honorable, vestido con un traje más caro que nuestro coche y que tiene una posición económica envidiable, se rasga las vestiduras y aúlla a la luna atraído por el aroma a hembra, nos sentimos ultrajados, sorprendidos y hasta nos creemos con derecho para juzgar y con ello sentirnos algo más que ese mono rico que se ha quitado la máscara.

Pero la vida sigue. Urgindorín se oculta en la rama más alta, la infanta se marcha a otras tierras y mientras tanto sale el sol, un nuevo amanecer ilumina el mundo, y siete mil millones de monos defecan en tuberías que arrojarán

sus heces al mar del que dependen sus vidas.

2 comentarios:

  1. No entiendo bien tu relato. Estás sugiriendo que luchamos contra nuestra naturaleza monil al vivir en parejas? porque hasta donde yo sé los monos no son muy fieles, son más bien de "darle como monos" con quien sea... Me parece simplista, muy simplista. Ya sabes que todo aquello que nos compara con animales no me gusta mucho.

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    1. Lo escribí hace 15 dias... ya ni recuerdo qué quería decir con todo eso de los monos. Pero gracias por comentar.

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