Atención queridos lectores porque lo que
voy a exponer a continuación es de suma importancia para toda la humanidad. Y
es que son muchas las voces que hablan sobre el supuesto control mental al que
nos tienen sometidos los gobiernos, sometidos a su vez por grandes compañías
comerciales que sirven a oscuros intereses que escapan a nuestra comprensión.
Pues bien, tal procedimiento ha salido a la luz y no es lo que todos
sospechábamos. No nos controlan a través de mensajes subliminales en anuncios y
películas de Hollywood, ni con parásitos anales que ingerimos al beber
determinado refresco de determinada marca, ni siquiera con las vacunas
obligatorias que nos ponen cuando somos bebés, no… Nos controlan a través de la
música. Da igual si somos refinados melómanos que escuchamos la séptima
sinfonía en mi bemol sostenido de Churkowsky o si golpeamos la pared con el
cráneo al ritmo endiablado del “Nuclear Massacre” de los “Anal Disaster”. No es
cosa de estilos sino de formas. Me explico.
Resulta que desde tiempos inmemoriales,
la música suena a una frecuencia de 432 Hertzios (Hz a partir de ahora) y ello
no es casual, ya que esa es la frecuencia a la que funciona la naturaleza (si,
no pongáis esa cara, pandilla de desharrapados desnaturalizados) y hace que
nuestro ADN sintonice a su vez con el universo, creando una especie de vínculo
cósmico que nos convierte en mejores personas. Pero allá por los años 40, un
ministro nazi, malo como él solo, decretó que a partir de ese momento la música
fuera afinada a 440 Hz con la sana intención de sembrar la discordia entre el
ser humano y todo lo demás. ¿Por qué se le hizo caso a ese hombre tan
obviamente malvado? ¿Por qué incluso en países fuera de la influencia nazi se
siguieron sus dictámenes? Pues porque sí. Porque hay intereses raros de por
medio y aquí saca tajada todo el mundo.
Según un estudio serio y veraz como él solo, desde que
escuchamos música mal afinada somos seres más irascibles e irracionales a la
vez que nos fatigamos con más facilidad, lo que nos viene a decir que antes de
la segunda guerra mundial, el mundo era un lugar repleto de gentes amables,
trabajadoras y preciosas. Un mundo feliz, vamos. ¿Y qué deberíamos hacer para
volver a habitar en ese paraíso? Pues muy fácil. Deberíamos digitalizar toda la
música que tenemos en Cd’s, cassettes y vinilos, meterla en el ordenador y,
utilizando un avanzado programa informático, pasarla a 432 Hz. Ya veréis como
notáis una mejoría considerable cuando vuestro cuerpo se equilibra con el
centro geogravitatorio del planeta.
Pero no, no me deis las gracias a mí.
Detrás de esta revelación hay un nutrido grupo de investigadores, músicos y
demás personas con peinados estrafalarios y que velan, desde la dura existencia
de la resistencia, por nuestro bienestar y su lugar en internet. Que el dios en
La menor de los 432 Hz les bendiga.
Podeis leer un artículo innecesariamente
más extenso (y en el que claramente me he inspirado para escribir todo este
rollo) justo aquí.