jueves, 3 de enero de 2013

Dobles fondos

Estrenamos año y estrenamos una sección que aportará frescura y seriedad al blog, en la que se comentarán noticias serias y cosillas de actualidad. Ahí va la primera.





La noticia saltó a los medios recientemente: La policía había desarticulado una  banda que se dedicaba al tráfico de drogas entre la península y las Islas Canarias. Los traficantes, astutos, se dedicaban a pasar la droga en pequeñas cantidades y para ello se servían de la compañía de personas mayores, discapacitados o niños; La idea era evitar el típico perfil del viajero solitario que tanto llama la atención de la seguridad en aeropuertos. De este modo, la policía no sospechaba de ellos y podían realizar sus negocios con impunidad. Pero las fuerzas del orden y la ley tampoco son tontas y al final sospecharon de ver siempre a los mismos haciendo la misma ruta y los pillaron. Y así, los malos han sido detenidos, juzgados y condenados y el bien ha triunfado una vez más sobre la oscuridad. Fin de la historia. ¿Pero de verdad es el fin? Yo creo que no.

Vamos a pensar por unos momentos en esos acompañantes que servían de tapadera. Pensemos en ese abuelito que estaba tan contento de que sus nietos le llevaran a ver mundo. Él recibía la invitación con un “No, hijos míos, que ya estoy mayor para tanto viaje.” Pero al final aceptaba por la insistencia de los jóvenes que le decían aquello de “Pero que dice, si está usted en plena forma. Venga, que le quedan muchas cosas por ver” y él aceptaba pensando en cuanto le quieren sus nietos y que ha merecido la pena tanto trabajo en esta vida. Y pensemos en ese joven en silla de ruedas a causa de un accidente de moto al que su prima insistía en que les acompañara y ante su “No quiero ser una molestia, prima.” Ella le respondía que “Primo, sabes que eres como un hermano para mi y no soporto verte encerrado en casa” y él aceptaba emocionado sin saber que su silla sería el escondite perfecto del alijo. Y pensemos también en esos niños orgullosos de que sus padres les llevaran tanto de vacaciones y fardaban de ello ante sus amiguitos del cole con eso de “Pues nuestros papás nos llevan a muchos sitios porque nos quieren mucho” y cuyo orgullo de colegio se convertirá en vergüenza de instituto y en un “Pues nuestros padres están en la cárcel y por eso fumamos con 13 años” y en un futuro lejano, en comidas familiares navideñas, a la mínima saldrán los trapos sucios y la comida se convertirá en una guerra de reproches y desprecios.

Así que pensemos en que cada cara tiene su cruz, cada día su noche y cada historia, por mucho final feliz que tenga, oculta una realidad triste y penosa.

2 comentarios:

  1. Es bastante extraña tanto la sección como el desarrollo posterior, ñoño como ninguno. Pérdoname pero seguramente esos ambientes que describes nunca fueron tan idílicos.

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  2. Qué amarga la reflexión final, creo que voy a llorar.

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