lunes, 17 de diciembre de 2012

El porqué de las cosas incómodas.



En este mundo de penurias hay muchas cosas que nos parecen incómodas (en el sentido físico del término), y las aceptamos como tal. “No todo puede ser bueno” nos decimos, y aguantamos estoicamente lo que sea necesario. El problema surge cuando nos ponemos a pensar en el porqué de esa incomodidad y descubrimos que algunas de esas cosas están hechas así de forma deliberada. 

Pase, pase y póngase cómodo que en seguida le atendemos.

Explicación:
Cuando vamos a un hotel más o menos aceptable, suele haber uno de esos sillones reclinables que nos permiten tumbarnos en el balcón para contemplar la puesta de Sol relajadamente. Por el mismo coste y proceso de fabricación, en un hospital ponen un sillón reclinable tan antiergonómico que a las dos horas nos hacen desear ser el paciente en lugar del acompañante. Algo similar sucede con el calzado; Las zapatillas deportivas modernas llevan cámaras de aire amortiguadoras, fibras especiales para transpirar, etc. y por el mismo precio, unas botas de seguridad para el trabajo son una especie de cámara de torturas en miniatura que hace sufrir tanto al pié, que al final los callos se endurecen tanto que acaban siendo ellos los que protegen a las láminas de acero. Sobre los zapatos de tacón de las mujeres (algunas mujeres) no puedo opinar, pero sólo imaginarlo se me ponen los pies de gallina.
¿Porqué? ¿Porqué señor tuviste que crearnos tan estúpidos y a la vez hacernos creer que eramos tan listos? Y es que a la inversa pasa lo mismo; Las camillas de los dentistas son sumamente cómodas; Se adaptan a la espalda de una forma tan perfecta que te hacen recordar el abrazo de tu madre cuando eras niño. Como si nos importara la comodidad cuando tenemos a un señor taladrándonos la boca.
Y todo esto son cosas a las que posiblemente, nunca encontremos explicación. Adiós.

¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué el título de la entrada hacía pensar que sí había una respuesta? Pues no, no soy Ringo Starr; No lo sé todo. El título era puramente comercial, para atraer a los incautos. A quien le guste bien y a quien no, dos piedras*. Ahora si, adios.

*Esta expresión la utilizaba mi profesor de autoescuela y hacía referencia a coger dos pedruscos y automutilarse los genitales con ellos. Nunca supe muy bien porqué, pero cuando decía eso nadie protestaba.

3 comentarios:

  1. Bueno, llevo una buena temporada sin pasarme por aquí y veo que se me han amontonado las entradas, no sé si las podré leer todas de un tirón o las tendré que ir dosificando (ya se verá). En realidad no tengo nada que comentar respecto a la presente entrada, como ves mis comentarios pueden ser tan vacíos y faltos de respuestas como tus historias.

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  2. Oye, que mis historias (algunas) tienen tanto contenido como tus comentarios (algunos)

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  3. Sí, en realidad ha sido error mío, pido perdón. Tus entradas no son vacías, más bien al contrario, cuando creo que voy cogiendo el hilo de algo, al final me sorprenden con un contenido "inesperado" y casi siempre de índole sexual. Me refería únicamente a esta inconclusa entrada, debías de estar demasiado distraído pensando en el fin del mundo como para terminarla.

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