miércoles, 27 de junio de 2012

La culpa fué del cho-cho-cho.

Una carretera comarcal del sur de la provincia de Alicante. Un hombre a bordo de un camión cumpliendo con su deber con su familia y su sociedad, conduciendo durante horas para ganarse un trozo de pan para su mujer, un poco de leche para su hija y algunas miniaturas de plástico para si mismo. Un hombre honrado, fiel y servicial. Un hombre santo.
De pronto una figura femenina aparece en el horizonte, como un espejismo que le saluda y el hombre aminora la marcha por precaución. La mujer, tan real como el mismo asfalto tiene la piel negra como el carbón y brillante debido al sudor producido por el calor sofocante del verano, viste con un top ajustado y una falda cortísima, lo que delata su profesión, más antigua aún que la del transporte de mercancías.
La mujer negra de la carretera se le insinúa con un movimiento de caderas pero el hombre permanece imperturbable y decide proseguir su marcha, saludándola con un leve movimiento de cabeza a lo que ella, puede que un poco herida en su orgullo, decide exhibirse sin ningún decoro para mostrar aquello que está siendo rechazado.
Podría haberse subido el top. A nadie le molesta ver unos senos femeninos, por muy puritano que diga ser, pero no; La mujer decidió arremangarse la falda, bajo la cual no llevaba nada y mostrar su sexo desnudo al desprevenido camionero.
La visión es turbadora. Negro sobre negro. Más oscuro que la oscuridad, como un pozo que se abre al mismo corazón de la noche. Mil gatos negros nadando en alquitrán… Que más da. Nadie está preparado para eso.
La mente del hombre se nubla, se desvanece la realidad y por un momento desaparece la línea entre la carretera y el cielo. Un vehículo de 25 toneladas a la deriva, con su conductor boquiabierto y con las pupilas tan dilatadas que ante él sólo se extiende un mar de luz.
Invade el sentido contrario y el claxon de un coche le devuelve a su mundo, recupera el control y regresa a su carril mientras el conductor del turismo le insulta con sus dedos a través de la ventanilla. Pobre ignorante. Él jamás sabrá qué se siente al asomarse al abismo y regresar.
Señales como estas son las que faltan en nuestras carreteras

miércoles, 20 de junio de 2012

La dentista del pijama

La última vez que acudí a la consulta del dentista, me atendió una chica jovencita en pijama. Al principio pensé que era una loca que me iba a dejar la boca como el plato de restos de una mariscada, pero rápidamente mis temores se disiparon ante su evidente profesionalidad.
Y allí, indefenso cual bebé en su camita, pensé en que somos, de donde venimos y lo más importante: Qué parecemos. Y a pesar de que la presencia física nunca ha sido una de mis preocupaciones, quizás a causa de la edad que me va transformando, o de la gente que cada vez me ignora más, comienzo a preguntarme cómo soy.
Y me vi reflejado en los ojos negros de la dentista, con la boca abierta y babeando y quise decirle que yo no soy así normalmente, que no me juzgara por mis muelas, pero la proximidad de sus ojos no me daba posibilidad de mentir. Quise decirle que soy como a nadie le importa y que yo decido el no decidir sobre mi mismo, pero el ruido del aspirador no le habría dejado oírme. Quise demostrarle que lo importante no es el envoltorio sino el contenido, pero ella ya estaba asomada a mi más profundo interior. Y quise pasarle una mano por la espalda, bajo el pijama y acariciar su piel para demostrarle que todo podría haber sido distinto entre nosotros en otras circunstancias y otra coyuntura temporal, pero me dio miedo asustarla y que me clavara el taladro en el paladar.
Así que lo dejé correr, esperé hasta que terminó conmigo, nos dijimos adiós y me marché. Y cuando salí por la puerta me di cuenta de que ya jamás sabría lo que la dentista del pijama pensaría de mi.
Al final he cedido a las exigencias tecnológicas y me he comprado una de esas pantallas táctiles con las que puedes llamar por teléfono, escribir tonterías o navegar por Internet.
No está mal el invento, pero le veo un defecto.
Y es que a veces, viendo porno, me pasa que en el momento culminante de la visualización, toco con la punta la pantalla y me mete en la sección gay, terminando en la cara de algún imberbe hipermusculado y me siento raro.
Pero por lo demás bastante bien.

miércoles, 13 de junio de 2012

Una vez tuve una profesora que, con todos los respetos, era algo inútil y estaba claro que lo de la docencia no le venía de vocación y que en clase nos soltaba perlas como que la misión de los glóbulos rojos (que es la de transportar el oxigeno, creo) era la de dar color rojo a la sangre “Porque si no, nos haríamos un corte y al ser transparente no nos daríamos cuenta”. Yo era jovenzuelo y solía creerme a pies juntillas cualquier cosa salida de la boca de un mayor y más siendo profesor, pero eso no me cuadraba; Pensar que tenía la sangre llena de algo cuya única misión fuera algo tan ridículo, me hacía sentir como un error de la naturaleza. Pero la tía decía que si, que era eso porque era lo que venía en el libro de texto. Y lo más triste es que así era. Pero a lo que iba.
Esa misma profesora, como buena tutora de EGB nos impartía varias asignaturas, entre las cuales estaba la de ciencias naturales y la de religión. Por ello, la pobre mujer, se veía obligada a explicarnos la teoría de la evolución por las mañanas y la creación divina por las tardes, creando en nosotros, pobres niños crédulos, una fuerte sensación de mediomierdez ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? ¿Por qué es todo tan contradictorio?. Pero nadie se atrevía a replicarle por ser mayor, profesora, y en mi caso, por que todavía no había superado lo de mi relación con los glóbulos rojos.
Pero un buen día, un compañero valiente levantó la mano y se lo preguntó: “¿Pero entonces venimos del mono o de Adán y Eva?”. La profesora palideció, como si llevara cursos y cursos enteros temiendo que alguien le hiciera esa pregunta. Tragó saliva y recordó que era una profesional. Y sin perder un ápice de honor pronunció una frase que recordaré para siempre: “Es que Adán y Eva… eran monos”. Chupaos esta, niñatos.
Y luego dicen de mi pragmatismo.

jueves, 7 de junio de 2012

Un misterio bíblico

Esta semana vuelvo con otro fenomeno paraAnormal que lleva siglos fascinando a estudiosos y curiosos de todo el mundo. Como yo soy gente de bien, os lo expongo aquí para compartir inquietudes con vosotros, queridos lectores.

Según cuenta la biblia (Libro del Génesis capítulo 19 aproximadamente), hace un buen chorrón de años, en la ciudad de Gomorra aparecieron dos “ángeles”, muy altos y blanquitos de piel (recordemos que donde transcurre la Biblia la gente tiende a ser bajita, morena y barbuda), y que éstos acudieron a la puerta de Lot para comunicarle que la ciudad estaba llena de gentes corruptas y depravadas y que iba a ser destruida en breve, a excepción de él y su familia, que podrían marcharse a la próxima Soar. Pero sus vecinos se dieron cuenta de que algo raro pasaba y se presentaron ante la puerta de Lot con palos, cuchillos y hoces para acabar con los “ángeles” y así evitar la destrucción de su ciudad. Lot, desesperado, ofreció a sus dos hijas vírgenes a la muchedumbre, para que hicieran con ellas lo que quisieran pero dejaran en paz a los “angeles” (eso es un padre y lo demás tonterías); Pero éstos aparecieron de repente, cegaron a los enfurecidos ciudadanos y lograron que Lot, su mujer y sus hijas huyeran hacia el monte.
Cuando ya estaban a salvo, una lluvia de azufre, fuego y mal rollo destruyó Sodoma y Gomorra y la esposa de Lot, al ver tal espectáculo quedó convertida en una estatua de sal. Se dice que Lot quedó tan traumatizado que cuando vio la ciudad de Soar, no se atrevió a entrar en ella por miedo a que reventara como las otras y decidió quedarse a vivir en el monte con sus hijas, en plan ermitaños.
Los años pasaban comiendo raíces y cazando conejos y a medida que Lot envejecía sus hijas, que deseaban ser madres veían como se les pasaba el arroz y por ello se les ocurrió la brillantez de emborrachar a su padre y fecundarse con él. Creo que esta parte no aparece en la versión infantil e incluso en la de adultos no especifica cómo se dejó emborrachar o cuantos intentos hicieron falta para lograr los dos embarazos. En cualquier caso, Lot no se dio cuenta de nada (al fin y al cabo llevaba ya muchos años a base de conejos) y no le extrañó ver a sus dos hijas vírgenes embarazadas de repente. Y así, con esa alegría, pasó sus días.


-Seguid vosotros, seguid, que nunca he visto explotar una ciuda... agh!

Esta historia, aparte de parecer una película rara de Jesús Franco, ha creado un gran debate entre los “expertos” en el tema. Unos dicen que si, que todo lo que dice la Biblia es cierto y que los tios blanquitos eran ángeles. Otros apuntan a que fueron extraterrestres haciendo experimentos, como siempre, en nuestro planeta. Y otros incluso afirman que se trataba de rusos llegados del futuro con una máquina del tiempo para probar su armamento nuclear sin que se enteraran los americanos. Pero la verdad verdadera quedará oculta para siempre tras la cortina inamovible del tiempo. Pero que mas da. Estoy seguro que tras leer lo de las hijas violando a su propio padre ya ni os acordabais de los ángeles ni sus explosiones.